Un terremotode magnitud 8,8 sacudió este miércoles la región oriental de Rusia, específicamente en alta mar, al este de la península de Kamchatka. El fenómeno generó una ola inmediata de alertas por tsunami a lo largo del océano Pacífico, desde Japón hasta América Latina, incluyendo evacuaciones masivas y cierres portuarios. Sin embargo, las consecuencias concretas fueron mucho menores de lo anticipado: el tsunami apenas alcanzó alturas de entre 50 centímetros y un metro, sin registrar víctimas fatales, derrumbes mayores ni catástrofes generalizadas.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) localizó el epicentro del sismo a 52,40 grados de latitud norte y 160,20 grados de longitud este, a una profundidad de 19 kilómetros. La zona más cercana al epicentro fue Sévero Kurilsk, en la región rusa de las islas Kuriles, ubicada a 350 kilómetros del temblor, donde las olas alcanzaron los cuatro metros y llegaron a internarse hasta 400 metros tierra adentro, chocando incluso contra un monumento de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de esto, no se reportaron muertes ni derrumbes estructurales.
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El gobernador de Kamchatka, Vladimir Solodov, calificó al sismo como “el más grave y más fuerte de las últimas décadas” y destacó la respuesta de las autoridades y del personal médico, que continuó con una cirugía durante el momento de mayor intensidad del temblor. Solodov adelantó que serán condecorados. También se establecieron planes para asistencia inmediata a pacientes, evaluación de daños edilicios parciales y reconstrucción de infraestructura afectada, como un jardín de infantes.
Aunque la magnitud del terremoto lo ubica entre los más fuertes de la historia reciente –solo superado por el devastador 9,0 que azotó Japón en 2011–, esta vez las consecuencias fueron contenidas en gran parte gracias a la existencia de sistemas de alerta temprana y la respuesta rápida de los distintos países. “Un terremoto de magnitud 8 es 30 veces más fuerte que uno de magnitud 7”, explicó Kamal Kishore, representante especial del Secretario General de la ONU para la reducción del riesgo de desastres, quien llamó a fortalecer la cooperación internacional para mitigar el riesgo de tsunamis.
En Japón, donde la memoria del desastre nuclear de Fukushima sigue fresca, se evacuó a cerca de dos millones de personas, incluidos los trabajadores de la planta atómica. Las olas llegaron a medir 1,3 metros, y aunque no causaron estragos, una mujer falleció al intentar evacuar una zona bajo alerta. Tras unas horas, las autoridades japonesas rebajaron la alerta de tsunami a un aviso, pidiendo calma a la población.
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En América Latina, países como Chile, México, Colombia, Ecuador y Perú reaccionaron con protocolos preventivos. En Chile se evacuó a más de 1,5 millones de personas, especialmente en el borde costero, y se suspendieron clases en ciertas zonas. Las olas en Isla de Pascua alcanzaron los 70 centímetros, lo que motivó el descenso de la alerta a un estado de precaución. La directora del Senapred, Alicia Cebrián, informó que en el continente las olas no superaron los 60 centímetros y destacó que “el operativo está dando los resultados esperados”.
México cerró y luego reabrió sus puertos tras constatar que no habría mayores fluctuaciones en el nivel del mar. Ecuador, por su parte, levantó la alerta aunque advirtió posibles variaciones residuales del nivel costero. En todos los casos, los organismos técnicos coincidieron en que las medidas adoptadas fueron eficaces.