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Oscar Martínez, las cancelaciones y su vida en Madrid: Me han dicho cipayo y vendepatria, siento que no me lo merezco

Es otoño en Madrid, un otoño tan permisivo que se deja pasar por primavera. Y lo estamos esperando en el patio de esculturas de la Fundación Juan March, el centro cultural donde nos citó, a pasos de la Plaza del Marqués de Salamanca, donde Oscar Martínez ya es un vecino más del barrio.

Se asoma, puntual y con gafas de sol, detrás de una puerta corrediza de vidrio y, por un instante, asalta la duda: ¿es Oscar Martínez, el actor argentino de premiada trayectoria en los festivales internacionales más prestigiosos del mundo, que desde hace cuatro años vive en España? ¿O el que vino es Antonio Dumas, ese ácido y acomodaticio director del (ficticio) Museo Iberoamericano de Arte Moderno de Madrid, que se devoró la primera temporada de la serie Bellas Artes y está a punto de estrenar la segunda?

¿Es el actor real en un museo madrileño de verdad o es el personaje creado por Gastón Duprat y Mariano Cohn -cerebros de la serie-, que esperan agazapados en algún rincón que nadie ve de este jardín de estatuas para rodar una toma a lo Truman Show?

Veamos. El sentido común indica que el caballero delgado y de 74 años bien disimulados que acaba de hacer su aparición es Oscar Martínez. Un Martínez sin guion y contentísimo con el estreno de la segunda temporada de Bellas Artes, que se podrá ver por Disney + a partir del día de su cumpleaños: el 23 de octubre.

“Para mi gusto, es mejor que la primera. Es más picante -dice, entusiasmado-. En esta segunda temporada es mayor la incorrección política”, adelanta.

“Me sorprendieron dos cosas de la serie -confesará-. Primero, que tenga el éxito masivo que tiene. Abarca a un público muy vasto. Porque de entrada pensé que iba a ser para un grupo acotado, para un público boutique, un gueto. Y resultó que no fue así. Entiendo que esto tiene que ver con que, afortunadamente, la gente percibió que no se trata exclusivamente de la historia de un museo, porque la vida del museo y la vida del protagonista están atravesadas por cuestiones personales, sociales, políticas, como nos pasa a todos, todo el tiempo y en todas partes”.

Oscar Martínez y una escultura. En Oscar Martínez y una escultura. En «Bellas Artes» se habla del snobismo y del negocio en el mundo artístico. Foto: Cézaro Luca Foto: Cézaro Luca – FTP CLARIN DSC_7233.jpeg Z Invitado

Un personaje para odiar, pero…

“Otra de las cosas que me sorprendieron -agrega- es que pensé que al personaje lo iban a odiar. Es hosco, malhumorado, soberbio, nada empático y, contrariamente a eso, por lo menos a juzgar por lo que me dicen por Instagram o por la calle, lo aman.”

-¿Por qué te parece que un tipo antipático como Antonio Dumas tiene sus fans?

-Creo que uno de los motivos es porque se opone, de la manera en la que se opone, a los códigos, a los tópicos sobre los que nos vienen martillando la cabeza desde hace varios años. Y funciona para la gente como una suerte de catarsis, de válvula de escape. Me lo comentan: “Ay, al fin alguien que dice…”

Y entonces, más allá de todas las aristas desagradables y antipáticas que el personaje tiene, terminan amándolo por eso, porque es capaz de enfrentar estas situaciones como a uno le gustaría muchas veces hacerlo y no lo hace por temor. Por temor a ser cancelado, a ser juzgado, a ser criticado. Gastón (Duprat) y Mariano (Cohn) tienen una particularidad, entre varias virtudes. Siempre crean algún antihéroe que lleva a cabo acciones o dice cosas que todos querríamos decir pero que por convenciones sociales no nos atrevemos.

-¿La incorrección política es ahora taquillera?

-No tiene que ver con eso. Tiene que ver con cómo ellos (Duprat y Cohn) formularon la serie desde el principio. No es que hayan testeado, al exhibirse la primera temporada, que la incorrección política pegó bien porque nosotros rodamos las dos temporadas seguidas. Se hizo todo de un tirón, en seis meses.

-El guionista de la serie es Andrés Duprat, actual director de nuestro Museo Nacional de Bellas Artes. ¿Te contó cuánto de lo que le toca resolver a Antonio Dumas está inspirado en la realidad cotidiana que enfrenta quien dirige un museo?

-Cuando Andrés vino a Madrid, fuimos a comer y le pregunté: “¿Algo de lo que se muestra en la serie te pasó?”. Él, que es un tipo divino, me dijo: “Todo”. O le sucedió a él o a algún colega. A mí, lo que más me gusta es que la serie desnuda mucho del snobismo que hay en el mundo del arte y del negocio. De algún modo, la serie desacraliza eso y es algo que me sorprendió para bien. También, que Andrés se animase y que lo haya hecho, porque él tiene un cargo muy visible.

Oscar Martínez dice que Mariano Cohn y Gastón Duprat, los creadores de Oscar Martínez dice que Mariano Cohn y Gastón Duprat, los creadores de «Bellas Artes» se pasan los algoritmos «por el culo» y que por eso los ama. Foto: Cézaro Luca -¿Hay pose en la corrección política actual?

-Se instaló una corriente, para mí, anclada en el Me Too (el movimiento que surge en 2017 tras las denuncias de acoso sexual en la industria cinematográfica de Hollywood), que yo defiendo, salvo determinados excesos. Montada sobre eso, la corriente de corrección política fue una especie de tsunami. Lo del idioma inclusivo, por ejemplo, yo no lo comparto. Me parece horrible, pero mis hijas pueden hablarlo. Quizá también hay algo generacional que las identifica, que les da una identidad. A mí, no.

Además, soy miembro de la Academia Argentina de Letras (fue el primer actor y director nombrado por la academia, en 2017) y miembro correspondiente ante la RAE (Real Academia Española), de modo que de ninguna manera puedo aprobar eso. Me parece, en muchos casos, una ridiculez. Pero bueno. El tiempo dirá.

La cancelación en el mundo del arte

-La serie juega también con las líneas rojas de esa corrección política, de lo que hay que decir o hacer para no desentonar y no correr el riesgo de ser “cancelado”. Es uno de los debates que aparece en Bellas Artes: si la escultura de un artista que fue acusado de misógino merece o no adornar la entrada del museo. Antonio Dumas defiende la obra por sobre el autor. ¿Qué opina Oscar Martínez?

-La verdad es que importa poco mi opinión, pero yo estoy de acuerdo con mi personaje en que todos estos tópicos progres, como la cancelación, las cuestiones de género, el idioma inclusivo, para mi gusto se han pasado, como dicen aquí, “varios pueblos y una gasolinera”.

En épocas de un pragmatismo tan lamentable como el actual, de un ideologismo extremo y de esta suerte de polarización que se está viviendo a nivel global, es difícil expresar esto porque enseguida te colocan del lado del enemigo. Es indudable que la mujer ha sido víctima, ha sido sojuzgada, maltratada, menospreciada. No hay ninguna duda de que está bien todo aquello que promueva la igualdad de género. Todo eso lo apruebo. Pero a veces lo que ocurre es que tiran al niño con el agua de la bañera.

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La serie de Mariano Cohn y Gastón Duprat que protagoniza Oscar Martínez se verá por Star +.

-El año pasado, por ejemplo, se cumplió medio siglo de la muerte de Pablo Picasso y, entre decenas de homenajes, se discutió mucho su figura a partir del comportamiento cuestionable que tuvo en sus relaciones con las mujeres…

-Entiendo que puede ser interesante hacer arqueología acerca de la vida de Chaplin o de Picasso, incluso hasta de figuras heroicas de la política, como (el ex primer ministro inglés Winston) Churchill, pero su rol en la historia, sus hechos, su obra, en el caso de un artista, son los que lo colocaron en ese lugar.

Me parece ridículo estigmatizar la obra porque se descubre que este señor, como pasa en la serie, parece ser que era violento o misógino. Y hay que entender muchas cosas en función de los valores culturales, sociales y morales de la época. Hay conductas reprobables del pasado que no se pueden juzgar con el prisma contemporáneo.

-Eso mismo es lo que le dice el gobierno de España al de México, que le reclama al rey Felipe VI unas disculpas por las atrocidades cometidas durante la conquista de América.

-Lo del gobierno actual de México me parece una utilización política, populista y nacionalista, más allá de que, indudablemente, la conquista de América fue la invasión de América, como dice (Eduardo) Galeano en Las venas abiertas de América Latina. Cuando le regalaron el libro a (Barack) Obama (ex presidente estadounidense) y él comentó que lo había leído, el propio Galeano dijo que se desdecía de muchas de las cosas que había escrito.

Y es cierto que tanto en el Alto Perú como en México había culturas muy desarrolladas, por no decir superiores a las de la Conquista, y que la Conquista fue brutal, sangrienta. Me parece muy bien rescatarlo, decirlo, porque eso sí puede tener un correlato en la vida contemporánea, pero culpar hoy a las autoridades de España de algo que ocurrió hace cinco siglos… Obviamente fue un saqueo. Se llevaron todo el oro y toda la plata. Bolivia y Perú eran los países más ricos del mundo. Todos los imperios intentaron universalizar su cultura. Todos. Hoy, Estados Unidos. ¿Qué le queda a Francia, a Inglaterra? No se puede culpar a (Emmanuel) Macron por lo que hizo Napoleón.

Oscar Martínez, con el monopatín en el que se mueve su personaje de Antonio Dumas, en Oscar Martínez, con el monopatín en el que se mueve su personaje de Antonio Dumas, en «Bellas Artes». Foto: Cézaro Luca Foto: Cézaro Luca – FTP CLARIN DSC_7422.jpeg Z Invitado

El actor fetiche de una dupla exitosa

Oscar Martínez es el actor fetiche de la dupla Cohn-Duprat. Bajo su dirección protagonizó El ciudadano ilustre, que se quedó con el Goya a la mejor película iberoamericana de 2017, entre otros premios. “Compraron una cámara y la hicieron con dos pesos con cincuenta”, recuerda hoy,

También fue quien facilitó los contactos para que Penélope Cruz y Antonio Banderas se dieran el gusto de trabajar con los directores argentinos en Competencia oficial, la película de 2021 en la que se lucen junto a Martínez.

“Lo que tiene la serie Bellas Artes es que es muy original. No se parece a nada -dice Oscar-. Ellos (Mariano y Gastón) están desafiando al puto algoritmo por el cual hay millones de cosas iguales.”

Oscar Martínez es muy lúcido al hablar de cancelaciones y lenguaje inclusivo. Foto: Cézaro Luca Oscar Martínez es muy lúcido al hablar de cancelaciones y lenguaje inclusivo. Foto: Cézaro Luca -¿Qué manda el algoritmo audiovisual?

-El algoritmo dice thriller. Y volvemos al efecto nocivo del rating, ¿te acordás? “Esto es lo que la gente quiere ver.” Que no es verdad. Es lo que la gente está obligada a ver porque no hay otra cosa. Y ellos también enfrentan eso.

Tanto con El encargado (la serie protagonizada por Guillermo Francella que va por su tercera temporada) como con Bellas Artes. Se pusieron a hacer series y al algoritmo se lo pasan por el culo. Por eso los amo. Se merecen lo bien que les va. Además de ser originales, no negocian. Para filmar El ciudadano ilustre no aceptaron las condiciones de K&S (la productora argentina fundada por Oscar Kramer y Hugo Sigman) y Pedro Almodóvar. ¿Sabés lo que es decir que no a que te produzcan K&S y Almodóvar? Ahí se ganaron un enemigo.

-En la Argentina sos “el que se fue en España” y en Madrid “el actor argentino”. ¿Sentís, como dice la canción, que no sos de aquí ni sos de allá?

-Eso me pasaba también cuando no vivía aquí. No sé si fue a Joan Manuel Serrat a quien hace poco le oí decir: “No creo en las fronteras”. Yo me vine grande. Me vine a los 70 años. Fue bastante temerario, arrojado, lo que hice. Y, obviamente, no reniego de mis orígenes. Soy el que soy porque me formé en la Argentina, afortunadamente en una época muy fecunda, que fue la década del ’60. En lo cultural, fue una década prodigiosa. Yo soy hijo de eso. Lo tengo clarísimo.

También es verdad que yo a mis abuelos los escuchaba hablar como escucho hablar a la gente de aquí. Mi abuela materna, que fue la figura más fuerte de mi vida, incluso más que mi madre, era castellana, de modo que hablaba en español y para mí era familiar. Siento que más allá de que soy nominalmente español (le concedieron la ciudadanía honoraria) porque tengo un DNI, porque voto, porque tengo el pasaporte, para la gente de aquí yo soy el actor argentino y no voy a ser español. Pero no lo vivo como un conflicto. Lo que sí me pasa es que cada vez me produce más pudor expresar mis opiniones personales en la Argentina.

¿No soy de auí ni soy de allá? No, Oscar Martínez se reconoce argentino y es un agradecido a España. Foto: Cézaro Luca ¿No soy de auí ni soy de allá? No, Oscar Martínez se reconoce argentino y es un agradecido a España. Foto: Cézaro Luca -¿En serio?

-Sí. Ya hay demasiadas voces. Hay una sobredosis de opiniones. Es un momento en el que el ánimo social está en carne viva y me da mucho pudor hablar. Hay un océano muy picado, muy revuelto. Te lleva la corriente y te hacen caer de un lado, o del otro. Y hay mucho resentimiento en general. Pero no es sólo un fenómeno argentino.

-¿Creés que te facturan que te hayas ido del país?

-Por el solo hecho de venirme a vivir aquí me han dicho “vendepatria”, “cipayo”, “no te queremos acá”, “no vuelvas más”. Por supuesto, es un porcentaje ínfimo en relación a la gente que me manifiesta cariño. Pero siento que no me lo merezco. Toda la vida hubo artistas que fueron y vinieron, que se quedaron. Más allá de los que vinieron exiliados. Por ejemplo, (Federico) Luppi estuvo años viviendo aquí. Miguel Ángel (Solá) ahora volvió (a Madrid). Estuvo años viviendo aquí y no pasaba esto. Ahora sos un enemigo de la nación. ¿Qué pasa? “Nos abandonaste”, me han llegado a decir. ¿A quién abandoné?

-¿Por qué pensás que sucede?

-Porque hay gente muy confundida. Se alienta mucho el nacionalismo. No sé quién dijo: “El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando”. Hay gente que nunca salió del país y opina. Hay gente que opina en un acto de soberbia incalificable y que se anima a juzgarte o a juzgar al que se va desde un chauvinismo ridículo.

Al nacionalismo no lo veo bien en ningún país del mundo. De hecho, fue el germen de muchas guerras, de mucho sufrimiento y de mucha injusticia. Sin ir más lejos, lo que pasó con las Malvinas en el ’82 fue claramente un intento de utilización de una causa nacional para ganar acólitos a un gobierno de facto que nadie había votado y se estaba cayendo a pedazos. Y que había cometido las atrocidades que había cometido.

-El nacionalismo rabioso y la apropiación de los símbolos patrios son la táctica y el discurso de las derechas hoy.

-Cuando era muy joven no entendía cómo todavía podía haber monarquías en países de Europa. Hasta que empecé a viajar y lo entendí. Esos valores, la bandera, la nación, el orgullo patriótico, están en el reinado. La política es otra cosa. El presidente o premier de estos países no es la encarnación de la patria. Es un funcionario político administrativo. Lo otro es permanente y está depositado en la figura del reinado. Ahí lo entendí. De hecho, si te fijás cuáles son los países que funcionan mejor y que tramitan mejor sus conflictos de política internacional, de política nacional, los conflictos sociales, curiosamente, varios son países que tienen reinados. Ningún político se puede apropiar la representación de los valores nacionales. Es como que Antonio Dumas dijera: “Yo soy el arte”, “Yo soy el museo”.

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