Tan argentino como el Obelisco y tan italiano como el Coliseo, Gianni Lunadei fue de esos actores cuya huella, a 26 años de su trágica muerte, permanece intacta. Es lógico, un actor de su categoría trasciende épocas con las formidables interpretaciones que nos regaló durante 44 años de profesión.
Fue una de las figuras más populares de la televisión -aunque probablemente brilló mucho más en el teatro- y si quisiéramos distinguir a alguno de sus personajes en su galería de mil caras iríamos derechito al malísimo Gianni De La Nata, de Mesa de noticias, y su célebre latiguillo “Benemérito Señor Director, le pertenezco” dedicado a Juan Carlos Mesa (su amigo y compañero también en El Gordo y El Flaco, 1991-1993).
Un talentoso sin límites, transformista de la actuación con un rostro capaz de adquirir expresiones inusitadas, casi un arlequín que podía romperse en carcajadas fantasmagóricas o simplemente dibujar un rictus sutil de esos que contagian alegría o meten miedo, según lo dispusiera el guión.
En teatro debutó a los 16 en Todos eran mis hijos (de Arthur Miller) y siguió con Marat-Sade, La sombra de un republicano, Platónov, Don Juan, El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Seis personajes en busca de autor, La doncella prodigiosa, La pulga en la oreja y Drácula, entre muchas otras obras.
Mención aparte el pase del drama a la comedia con su Pantaleón en Arlequino, servidor de dos patrones (dirigido por Villanueva Cosse y producido por China Zorrilla en 1974), interpretación por la que obtuvo dos Molière -el premio nacional de teatro de Francia- a Mejor Actor en 1975 y 1977.
“Nadie creía que podía hacer comedia. Logré un éxito absoluto pero me costó el prestigio como actor dramático. Yo no me encasillé, me encasillaron los productores”, dijo alguna vez.
Gianni Lunadei junto a Juan Carlos Mesa, imbatible dupla de «Mesa de noticias».
Su éxito en la TV, a partir del ’66
En televisión, antes y después de ser el pusilánime De La Nata (entre 1983 y 1987), se destacó en La bonita página, Los hermanos Torterolo o con sus últimos trabajos en el policial Archivo negro, el unitario Señoras y señores, y en las comedias Locas por ellos y Son o se hacen. Sin olvidar al desopilante Cartucho de El Groncho y la Dama, El abuelo italiano y El moribundo, todo en Matrimonios y algo más.
Gianni había debutado en la tele en 1966, en la adaptación de Los navegantes del Génesis para el ciclo Teatro como en el teatro, de Canal 13. Y ese mismo año formó parte del elenco de galanes de la telenovela de Canal 9 Cuatro hombres para Eva.
El cine le llegó más tarde, participó en 17 películas, pero ¿cómo no recordar al cínico estafador Osvaldo Juan Arteche, de Plata dulce, que se ganó el memorable “¡Arteche y la puta madre que te parió!” de Federico Luppi? O al corrupto Saúl Cureta, de La clínica del Dr. Cureta.
Obtuvo su primer papel a los 38 años en Juan que reía. Y entre otros filmes participó en Allá lejos y hace tiempo, Comedia rota, Cuatro pícaros bomberos, Pinocho, Las puertitas del señor López, La redada y las póstumas El inquietante caso de José Blum, Secret of the Andes (coproducción con Estados Unidos) y Dibu II, la venganza de Nasty, donde compuso un adorable pirata de marioneta.
De Italia a la Argentina
Gianni Lunadei de niño, en la Italia que lo vio crecer. Y sufrir.Giovanni (su nombre real) nació en Roma el 1° de mayo de 1938, aunque por alguna razón lo festejaba el 2. Hijo único, creció en un barrio entre Termini (la estación central de trenes) y Vía Vittoria, en medio de la Segunda Guerra Mundial.
“Yo sufrí mucho en mi tierra, no tuve el tiempo de disfrutar de la felicidad y de la belleza que me podría haber brindado, estuve hasta los 12 años y viví lo peor de la guerra y lo peor de la posguerra. Por la puerta de mi casa pasaban tropas de toda índole, los americanos, los fascistas, los nazis, las SS que eran lo más impresionante… Por eso cuando se habla de estos rebrotes no lo puedo entender, después de haberlo vivido en carne propia”.
Los Lunadei padecieron la gran hambruna como la mayoría de los sobrevivientes y, aun así, en ese contexto dantesco, sus padres le enseñaron a amar el arte.
“Mamá era modista y papá albañil, no eran personas de la cultura, pero cuando yo tenía cinco años, en medio de la guerra, me llevaron por primera vez a la Ópera y me hicieron conocer grandes espectáculos, La bohème, Tosca, Aida… Eso me marcó para siempre”.
Federico Luppi, Marina Skell y Lunadei en una escena de «Plata dulce».Llegó a la Argentina el 11 de julio de 1950, en un barco, solo. Su mamá había viajado antes y su papá vino después. Desembarcó en Buenos Aires, escapando de una Italia destruida y se encontró con un país al que en más de una ocasión describió con emoción.
“La imagen que recuerdo es una Argentina bellísima, casi de cuento. Fijate de dónde venía yo, de la Segunda Guerra, con mucha miseria, hambre, destrucción, persecución. Y me encontré con que todo valía 20 centavos, hasta el cine, el tranvía valía 5 centavos y había días en los que ni siquiera se pagaba el cine, el famoso Día de Damas. Un lugar en donde las confiterías ponían las facturas del día anterior en la calle para que comiera gratis la gente que pasaba. Era una maravilla, una Argentina muy poética”, le contó a Teté Coustarot en el programa Siglo XX Cambalache, en 1995.
Descubrió su vocación el día que se hizo “la rata” en el Industrial “para no ir a apilar ladrillos”. En vez del colegio se fue a jugar al billar y se encontró con un amigo (Víctor Salem), quien lo invitó a ver una función de teatro.
“Lo único que había visto en Roma era lírica, todo ópera, nunca una representación de teatro de prosa. Vimos Volpone, el Magnífico de Ben Jonson y al día siguiente me anoté en la escuela del teatro municipal de Morón (Ernesto Bianco fue uno de sus maestros).
En mi casa me dijeron de todo porque mi padre albañil soñaba con su hijo arquitecto y se encontró de pronto con un postulante a actor. L’artista, como decía él. Y es cierto, yo quise ser un artista”.
Debutó a los 15 al ganar un concurso de Radio El Mundo para actuar en el radioteatro Yo pecador, con Fray Mojica y Milagros de la Vega. “No tenía plata ni para un café y me acerqué a los teatros independientes. A veces salía del trabajo de cadete y no había tiempo para volver a casa, así que dormía en los decorados”.
Camila Perissé (que murió en febrero de este año) y Gianni Lunadei en la película «La clínica del Dr. Cureta».En 1955, a los 17, pisó por primera vez el escenario del Teatro Cervantes, con la ópera El Empresario (de Mozart), dirigido por Alejandro Casona. Integró durante 11 años el elenco estable de la Comedia Nacional y seis el del Teatro San Martín.
Adorado por el público y venerado por sus compañeros, este flaco desgarbado que empezó como actor dramático pero que gracias a su ductilidad fue comediante, galán y hasta capocómico, disimulaba entre las máscaras de la ficción sus dolores profundos que se manifestaban en cuadros depresivos que solía minimizar. Tal vez porque hace 26 años la salud mental era estigmatizante. Mucho más que ahora.
La caída final del telón de su vida
En 1985 sufrió una crisis de nervios en Mar del Plata (integraba el elenco de Entretelones), en 1991 fue internado de urgencia en Carlos Paz (trabajaba en Matrimonios y algo más), en 1993 volvió a ser internado por una descompensación física, y en, 1994, en el área de Psicopatología del Hospital Italiano. En diciembre de ese año desmintió los rumores sobre un intento de suicidio.
“Ahora se les ha dado con que Lunadei es un deprimido y un suicida. Esto viene ya del año pasado. Yo me pongo realmente muy triste cuando baja un programa, muy triste, pero empiezo otro. Entonces, no tengo oportunidad ni de deprimirme, ni de matarme. Además, matarse porque te levantan un programa… yo ya me hubiese matado 65 millones de veces”, había asegurado alguna vez a Crónica TV.
Padre de cuatro hijos (Valeriano, Alejandro, Ignacio y Magdalena) tuvo una vida de película. Huyó de la mishiadura en Roma, empezó a actuar por casualidad y hasta fue millonario por un tiempo, ya que su primera esposa era una de las mujeres más ricas del país. “Después vino la malaria porque me enamoré de otra mujer y me fui a vivir a una pensión donde la cucaracha más chica me saludaba a la mañana”.
A los 50 volvió a apostar al amor junto a la actriz Perla Caron, su séptima pareja, aunque recién convivieron el último año en la casona de ella, en el barrio de Coghlan.
“Cuando uno se pone un poquito mayor comienza a trabajar la soledad, el silencio no es el mismo, se convierte en algo triste. Cuando estás lejos de los que querés, de tus hijos, de tu trabajo, empieza a hacerse sentir la soledad», reflexionó en 1997 con palabras premonitorias.
La tarde del miércoles 17 de junio de 1998 justamente estaba solo, buscó una pistola calibre 32 y se disparó en la boca. Lo encontró Perla en un sillón del living. Fue sepultado en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores del Cementerio de la Chacarita.
En la tarde del 17 de junio del ’98, Lunadei se disparó en la cara con un arma calibre 32. Lo encontró su mujer, Perla Caron.¿Por qué se mató? A los 60 años, sentía exageradamente el olvido, en esas épocas en las que el teléfono dejaba de sonar. La recesión, que entonces también castigaba a la ficción, lo obligó a trabajar sin contrato, en papeles por un capítulo o simplemente en bolos.
Carlos Gallettini, que acababa de dirigirlo en Dibu 2 y antes en Juan que reía, Cuatro pícaros bomberos, La aventura de los paraguas asesinos y en Las locuras del extraterrestre, conmocionado por el suicidio, sostuvo que estaba relacionado con la falta de reconocimiento que tienen los artistas en el país.
«Esto sólo puede pasar en la Argentina, donde los actores de calidad excepcional como Gianni quedan siempre afuera. No tiene nada de romántico lo que voy a decir, pero lo de Gianni no era un problema del cuerpo: lo que no le dio para más fue el alma”.
En su extensa trayectoria recibió muchos halagos, además del Molière, la Cruz de Honor al Mérito en la Orden de Caballero otorgada por el Gobierno de Italia, y el Premios Konex 1991 al Actor de Comedia Radio y TV.
“En los ’80 y ’90 era como Maradona, no podía caminar por la calle. Se ponía polera hasta la nariz y anteojos y lo reconocían igual. Era feliz, pero arrastraba ciertas tristezas. Parte de su historia es un misterio, El cliché fue decir que se quitó la vida por falta de trabajo, pero es algo que les pasa a muchos actores. La depresión se trata de eso justamente: no hay un por qué”, le contó el fotógrafo Nacho Lunadei, su hijo menor, hace dos años a Clarín.
Gianni, que nunca quiso volver a Roma, tiene una estrella en la calle Corrientes que lo recuerda, pero que nada dice del Rey del Drama, comediante exquisito, clásico y popular, definiciones que le calzan a la perfección, a este enorme actor que nos pertenece, por siempre.