Mil cien días después de la muerte de Maradona, se lo busca más que antes a Escolástico Berto Méndez. Una mentira consensuada en Caminito. No importa el grado de similitud física, el turista de La Boca compra una sensación, un rayo emocional, un vértigo extraterrenal: abrazar a Diego, traerlo desde el otro mundo.
Cinco mil pesos o su equivalente en euros o dólares cuesta la ilusión, una fotografía y un abrazo con el Diez en su versión barba candado. «El extranjero es tan bueno que a veces te regala más. Vivo muy bien. Hay días en que hago 70, 100 fotos», admite paseando sus 85 kilos por La Vuelta de Rocha mientras cincuenta asiáticos intentan tocarlo al grito de «Ma-la-lo-na«.
Nacido un «10» de febrero de 1965 -cinco años después que Maradona-, oriundo de Misión Nueva Pompeya, Chaco, mayor de siete hermanos, alias «Coco» es esencialmente un hombre de campo que accidentalmente ingresó a un rubro en el que no abundan los dobles de Diego Armando.
Creció «entre vacas y cabras», a 480 km de la capital chaqueña, y a los 14 ya era un avezado cuidador de caballos y cocinero de estancia.
«Jugaba muy bien al fútbol, era goleador, un nueve fuerte. Me hubiera querido probar en algún club, pero no tenía oportunidades ni contactos», se lamenta mientras regala saludos en japonés, inglés, portugués en esa arteria políglota xeneize que explota de belgas, mexicanos, irlandeses.
De jueves a lunes toma el 53 desde su casa, en la localidad bonaerense de Caseros, rumbo a Caminito, y la mayoría de veces apoya la SUBE en vano. «¿Cómo le voy a cobrar a Diego?, le pregunta el colectivero.
En el trayecto suele rezar «por el alma de Maradona, por que Dios lo tenga en la gloria y no lo suelte» y agradece «la herencia»: «¿Cómo puede ser que Dios haya sido tan bueno conmigo? Parecerme al más grande, vivir de esto y generar dólares es tener un dios aparte».
Haciendo jueguito en La Boca. (Foto: Ariel Grinberg).En plena adolescencia, el tío Argañaraz lo invitó a probar suerte en Buenos Aires y le pagó un colegio privado «en Boedo e Independencia». La atención de «Esco» estaba en otro lado. Dejó los estudios temprano y aprendió el oficio de electricista mecánico. Fueron más de 20 años de manos engrasadas, hasta que el casting de El día que Maradona conoció a Gardel lo arrancó de los fierros y encendió «otra máquina».
«Todos mis conocidos me decían: ‘Presentate en la prueba que vas a ganar, sos muy Maradona‘. Y así un amigo, Sergio, me llevó en el auto. Eran 300 chicos, llegué y le gané a todos», lanza la carcajada.
En la película estrenada en 1996 y dirigida por Rodolfo Pagliere había que ponerle el cuerpo a varias escenas surrealistas mientras Diego no grababa. La excéntrica historia del relojero que intenta liberar el alma de «El Zorzal» recurriendo a Maradona obtuvo críticas desfavorables, pero para Escolástico fue el negocio de su vida, el efecto dominó que lo llevó a vivir como clon.
Un día Mauro Viale lo invitó a su programa de América y Maradona, que estaba mirando televisión, llamó al canal encendido. «Dijo ‘lo quiero conocer al hijo de puta ése’ y se apareció con el camión Scania. Mauro me había pedido que me escondiera y que le diera una sorpresa en vivo. Cuando entré no sabés lo que fue el abrazo. ‘¡Es igual que yo este hijo de tuna!’, gritó. Lloré tanto».
Junto a Messi y la copa en Caminito (Foto: Ariel Grinberg).En 2002, con excusa del Mundial de Japón y Corea 2002, se reencontraron en una publicidad de DIRECTV, Duende, en la que El Diez tocaba los timbres de todo el país para despertar a los vecinos. «Ensayé tres días en 25 cuadras y el día que apareció él con Coppola bromeó. ¿Para qué me llaman a mí si está el Maestro que es igual?«.
En La noche del Diez, en 2005, por El Trece, invitado por Adrián Suar y Pablo Codevilla, se reencontraron. Claudia Villafañe le acercó un saco Versace y tuvieron un mano a mano. «Te falta el Che», le comentó Maradona señalándose el brazo. «También me falta tu billetera», le respondió Escolástico a puro guiño antes de cumplir con la misión: buscó un tatuador y se dejó grabar con tinta al comandante.
Comerciales de cerveza y de lotería, viajes a Quito, a Guayaquil, a Santiago y a Madrid. Le cuesta acordarse en detalle de su derrotero laboral maradoneano en tres décadas de servicio. Sabe que cuando el año próximo aterrice en Nápoles habrá «un shock general» y será probable que le oferten quedarse a vivir.
Camiseta de Selección, pelota de Boca Juniors. Escolástico se gana la vida en Caminito. (Foto: Ariel Grinberg).Con un Mundial en la espalda (el de Brasil 2014, «una recaudación descomunal»), hoy es selecto a la hora de los contratos. Sigue prestándose a casamientos en el Hilton, cumpleaños en el Sheraton, o publicidades anuales en Brasil. Hace unos años pisó las tablas del Metropolitan de la mano de Nito Artaza. «Tengo francos martes y miércoles, pero ni pienso en jubilarme. ¿Qué hago sentado en casa? Y eso que termino realmente agotado. ¿Sabés lo que es ver desfilar gente todo el día que te quiere abrazar, que te toca, darle tanta alegría?».
El negocio de los kilos
Con su camiseta apretadísima de la Selección, Escolástico, padre de cinco y abuelo por dos, prendió a encontrar el menú y las artimañas para mantenerse robusto. «Me gusta mucho correr, pero dejé para evitar perder peso. La gente no lo quiere a Diego flaco. Si adelgazo perjudico al personaje. Este cuerpo se alimenta a churrasco y fideos. Todo un sacrificio», se ríe.
No se olvida de las raíces Don Escolástico, que también tiene familia en Corrientes, la provincia natal de Diego «Chitoro» Maradona. Regresa a Goya cada año y disfruta del aire puro. «A diferencia del pobre Diego nunca tuve un vicio. No fumo, apenas una copita de vino».
Amigo del «Pibe» Valderrama, trabajaba junto a Jorge Rial en Paparazzi y para la época de Eliminatorias rumbo al Mundial de Francia viajó a Barranquilla. «Allá me pusieron custodia porque no podía ver el partido tranquilo. Yo era muy fan del Pibe y lo fui a saludar», se emociona. «Al otro día nos recibió en su casa y empezó un vínculo».
«No puedo adelgazar. La gente quiere a un Diego rellenito», dice Escolástico. (Foto Ariel Grinberg)En tres décadas no fue fácil seguirle el tren del look a ese mito que tuvo más metamorfosis corporales que años. «Todo se lo debo a Claudio, mi peluquero de Caseros, que emprolija las mechas, sabe cuándo recortar y cuándo esperar. Todavía no me tiño, escondo un poco las canas con el peinado», explica este simpatizante de Boca Juniors que no supo cómo seguir aquel 25 de noviembre de 2020 cuando «el hermano» partió inesperadamente.
«Yo estaba en Pilar comiendo un asado con mi hijo y llama mi otro hijo para decirme que se había muerto Diego. Fue como recibir la noticia de la muerte de un familiar. Decidí ir al velatorio y me sentí peor, me veían como a una aparición, se colgaban a llorar, no me podía mantener parado».
El 18 de diciembre de 2022, en el Obelisco, en medio de los festejos de la Copa del Mundo ganada en Qatar, el chaqueño sintió una asfixia nunca experimentada, su cuerpo como un trofeo. «En Argentina nací, Tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré», lo abrazaban miles, mientras se tambaleaba al borde del desmayo.
El hombre que vende ilusiones. (Foto: Ariel Grinberg)De su intenso recorrido, tal vez en tierras brasileñas, a donde conoció a «o Rei» Pelé, atravesó su mayor desconcierto. «Me habían contratado de un boliche, el dueño me puso cinco patovicas. Yo estaba en el VIP y llegaron cinco chicas. Sacaron del corpiño los pechos y me pidieron que les firmara la piel. Suerte que mi señora está curtida».