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Era la única obstetra del pueblo: la estrangularon y nadie sabe el porqué.

Zulma fue asesinada en julio de 2019. Tenía 63 años.

Durante años fue la única obstetra en Puerto San Julián. Además de vivir en un pueblo donde -según reza un viejo mandato popular- todos se conocen, muchos nacimientos pasaron por sus manos. Aquella mañana, Zulma Malvar tenía dos cesáreas programadas, pero nunca llegó.

Desde el 18 de julio de 2019, esta localidad de 17 mil habitantes en la provincia de Santa Cruz a la que Fernando de Magallanes llegó hace más de cinco siglos, convive con la sombra de la impunidad. El recuerdo de la médica vive en esas paredes como un grito que intenta resistir al olvido y mantener viva la pelea por justicia. En los alrededores de la réplica del Nao Victoria, a lo largo de la avenida San Martín y en las esquinas más silenciosas del pueblo se lee la pregunta que nadie puede responder: ¿Quién mató a Zulma?

“La causa está activa, aunque afectada por el paso del tiempo. Hace mucho que esperamos dos pericias: el cotejo de ADN de dos personas que vivían cerca de mi mamá y se fueron vivir a Chubut después del crimen, y la geolocalización de un celular vinculado a la investigación. Son nuestras últimas esperanzas”, plantea Alejandro, hijo de Zulma, en el inicio de la conversación con TN.

Aquella mañana, él fue quien recibió las alarmas sobre la ausencia de su mamá en el hospital y se acercó a su casa. Una vez allí, cruzó la puerta y recorrió unos metros hasta llegar al patio y encontrarla tendida boca abajo, semidesnuda, con golpes y signos de haber sido estrangulada.

Días después, la autopsia confirmó una muerte por asfixia. Zulma, que tenía 63 años, intentó defenderse, aunque no pudo resistir los ataques de alguien con una fuerza nítidamente superior.

“Nadie entiende lo que pasó. Ella era muy querida acá”, retrata el hijo mayor de la víctima.

Un crimen sin culpables y una investigación estancada
Desde el primer momento, la hipótesis del robo quedó descartada y, en contrapartida, ganó terreno la posibilidad de que la ginecóloga conociera al asesino: la puerta no estaba forzada y no faltaba nada de valor. La billetera de Zulma quedó sobre la mesa del comedor con plata en su interior.

La investigación, a cargo del Juzgado de Instrucción Penal N°1, nunca avanzó con fuerza. En el expediente de 5000 fojas distribuidas a lo largo de 25 cuerpos no hay rastros del presunto asesino. Se hicieron decenas de pericias y declaraciones, pero ninguna aportó datos clave. ¿Quién mató a Zulma? ¿Por qué lo hizo? Preguntas que no tienen respuesta.

En una de las habitaciones de la casa, con vida y sin signos de haber sido atacada, estaba Nélida, la mamá de Zulma, de 86 años. “Tenía demencia senil y murió tres meses después sin saber lo que había pasado con su hija”, menciona Alejandro.

En la casa encontraron rastros genéticos de dos sospechosos, un hombre y una mujer. Ese material se está cotejando con unas 20 personas, pero todavía faltan los resultados de dos que ya no viven en Puerto San Julián.

“También falta un perfil criminológico que pedimos hace tres años. Los primeros días de una investigación son los más importantes, pero nosotros llevamos años sin conocer el resultado de unas pericias”, resalta Alejandro.

Las cámaras de seguridad de la zona no funcionaban o no guardaron ninguna secuencia de relevancia ni rastros de algún sospechoso. Nadie en el barrio escuchó ni vio nada que alterara la tranquilidad habitual de Puerto San Julián.

La sospecha sobre un médico que se fue de la ciudad tras el crimen
Desde horas después del hallazgo que le dejó una marca que lo acompañará hasta el fin de sus días, Alejandro apuntó contra un médico que trabajaba con su mamá en el hospital. “Tenemos más sospechas sobre él hoy que antes. El cotejo de material genético no dio coincidencia, pero pedí la nulidad porque fue enviado desde Río Gallegos sin cadena de custodia. El número de seguimiento daba error”, cuestiona, y agrega: “No fue correcto el procedimiento, está claro. Pero pareciera que la justicia no quiere escuchar a las víctimas”.

“Ese médico estuvo en la escena del crimen, sacó fotos y se las mostró a varias personas. Dijo que era forense, pero no era así. Declaró recién cuatro años después y fue sobreseído por tomar las imágenes. No sé por qué lo protegen”, remarca. “Hubo gente que declaró que era violento y que mi mamá le tenía miedo. Yo no lo conocía. Mi mamá nunca me habló de él”, profundiza.

Zulma Malvar nació en San Juan y llegó a Puerto San Julián en 1995, luego de estudiar y comenzar su carrera en Córdoba. Tenía tres hijos -Alejandro, Paula y Andrés- y una nieta que hoy tiene 24 años y es hija del mayor.

Ayudó a nacer a cientos de chicos y adolescentes de Puerto San Julián. “Era algo que la hacía muy feliz. Vivía para eso”, retrata Alejandro. Zulma no tenía horarios: amén de su jornada laboral, era frecuente que tuviera urgencias ante la falta de especialistas en el área.

Trabajaba en el hospital Distrital Miguel Lombardich y también era docente en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Era una apasionada de las plantas y del mosaiquismo, dos actividades a las que planeaba dedicarles más tiempo una vez que se jubilara.

En la última semana, en el pueblo donde Zulma dejó una huella, hubo una marcha para reclamar por el esclarecimiento del crimen. “Hay gente que no se anima a hablar”, lamenta Alejandro en su espera por justicia y respuestas. El asesino sigue de Zulma sigue libre y la herida permanece abierta.

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