La reciente suba del precio de Bitcoin por encima de los 90.000 dólares no es un hecho aislado ni meramente especulativo. Lo que estamos viendo en estos días es cómo Bitcoin confirma una vez más su lugar clave en el mundo actual, en muchos aspectos a la par del dólar estadounidense y hasta del oro, las dos referencias modernas para el comercio y las economías de los últimos siglos.
En ese sentido, hay una relación directa entre el creciente interés desde de esta semana por Bitcoin —que tan solo desde el lunes al martes vio crecer su volumen operado un 13%— y lo que está pasando con las tasas de interés en Estados Unidos. Mientras las tasas arancelarias le dieron forma a una tormenta comercial internacional, fronteras adentro Trump busca bajar las tasas de interés ante la resistencia de Jerome Powell, el titular de la Reserva Federal cuyo mandato termina en 13 meses.
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Como sea, mientras los mercados tradicionales vuelven a mostrar volatilidad e incertidumbre en medio de un clima global enrarecido, estamos viendo días de intensificación en el flujo de pequeños inversores y de grandes capitales ingresando o ampliando sus posiciones en Bitcoin. Entre el 31 de marzo y el 21 de abril, las acciones del S&P 500 marcaron movimientos bruscos que los tienen ahora con una caída de más del 8% en las últimas tres semanas, tiempo en que Bitcoin creció un 5,5%. Es un movimiento que marca una tendencia: cuando lo tradicional tiembla, lo descentralizado se fortalece.
El contexto del cuarto halving de Bitcoin
Y no es menor que estemos viendo estos movimientos apenas unos días después del primer aniversario del cuarto halving de Bitcoin, que se cumplió el pasado sábado 19 de abril. Ese evento redujo el estímulo por bloque minado de 6.25 a 3.125 BTC, en un proceso que ocurre aproximadamente cada cuatro años y es central en el esquema antiinflacionario de Bitcoin. Dado que el pago a mineros es la única forma de crear nuevos bitcoins, el halving representa una ralentización drástica de la oferta. En este caso, la tasa de generación diaria de nuevos BTC bajó de un promedio de 900 a cerca de 450 unidades. Y si bien históricamente eso derivó en una revalorización, en este ciclo también vimos avances significativos: BTC operaba alrededor de los 63.850 dólares el 19 de abril de 2024 y, al cierre del miércoles pasado (17), cotizaba cerca de los 84.150 dólares, con un crecimiento anual del 31,8%. Si contemplamos hasta el miércoles 23 de abril, cuando BTC cotizaba alrededor de 93.500 dólares, marca un crecimiento de más del 46% desde el último halving. Aunque esa cifra no llega a dimensionar los avances que la cripto lanzada en 2009 —y todo el mercado cripto— pudieron experimentar en los últimos 12 meses.
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En este momento, Bitcoin se está moviendo alrededor de los 93.000 dólares por unidad, un nivel que había funcionado como soporte entre diciembre y febrero, y que luego de las correcciones de los últimos meses apenas había conseguido momentáneamente a comienzos de marzo. Si el precio logra consolidarse por encima de ese umbral, la próxima resistencia técnica estará en los 95.580 USD, una zona de alta liquidez que podría activar fuerza vendedora y revertir el movimiento. En caso de correcciones, los soportes más cercanos están en los 91.380 y 88.630 USD.
Si se mantiene el nivel actual, Bitcoin queda a una suba de sólo un 10% para volver a tocar los 100.000 USD; recuperar esa cifra implicaría un impulso notable para el mercado, y realmente no es tanta la distancia hasta ese número. Vale recordar que este mismo año, en enero, Bitcoin alcanzó su máximo histórico (ATH), superando los 109.000 USD. Y ese movimiento no fue casual: fue impulsado en gran parte por el ingreso de capital institucional a través de los ETFs de Bitcoin aprobados en Estados Unidos. En apenas un año, desde la aprobación de los ETFs, ya se registraron más de 900 mil compras de BTC por parte de empresas, lo que confirma el creciente interés institucional por esta tecnología.
Este ciclo está marcado, claramente, por lo institucional. Desde nuestro vertical de servicios para empresas e individuos con alto volumen de operaciones, vemos cómo miles de compañías están incorporando Bitcoin y otras criptomonedas a su estrategia financiera, ya sea como reserva de valor, herramienta para pagos globales o inversión estratégica. No es una tendencia: es una transformación silenciosa pero cada vez más evidente del sistema financiero tradicional.
Este tipo de movimientos, lejos de ser meramente especulativos, reflejan una mayor madurez del mercado cripto y un patrón cada vez más visible: el comportamiento de Bitcoin se parece cada vez más al de una referencia económica de largo plazo. De hecho, si uno compara los gráficos históricos del dinero circulante global y el de Bitcoin, hay una correlación llamativa que va más allá del análisis técnico. Y en ese cruce conceptual, lo único que queda es elegir creer.
(*) Sebastián Serrano es CEO y cofundador de Ripio
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