Los Pipis es una compañía que ya tiene cierta trayectoria, reconocimiento y mucho público. También es un proyecto joven, que ha logrado ser incluido en la programación del Complejo Teatral de Buenos Aires, donde predominan textos y figuras consagradas. En la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, Los Pipis están teniendo la oportunidad de llegar a nuevos espectadores y de reencontrarse con quienes ya son sus seguidores desde hace cuatro años. En Pasión, una tragedia argentina, los fundadores y responsables Matías Milanese y Federico Lehmann, escriben y dirigen; también actúan, junto a un elenco que se completa con Camila Marino Alfonsín, Matilde Campilongo y Luis Longhi.
—¿Cómo es la historia y estética de Los Pipis?
Federico Lehmann: Fundamos la compañía con Mati en el año de la pandemia, cuando montamos Lo único épico aquí lo hemos robado, en 2020, en Timbre 4. Nos conocimos hace nueve años, estudiando la Licenciatura en Actuación en la UNA. Hubo una dinámica juvenil casi adolescente de levante. Nos enamoramos. Siempre tuvimos una pasión compartida por el teatro y lo escénico y armamos una dupla a la que le pusimos nombre en 2020. Generamos una estética bastante propia: uso del cuerpo muy extremo casi llegando a la danza, palabras abarrotadas, escasa escenografía, escena colorida con elementos de la cultura queer o de la comunidad Lgbtq+, que es a la que pertenecemos. También conservamos algo de los juegos de la infancia, lo lúdico del teatro, frescura, ingenuidad en la tarea, para no solemnizarla y para acercarnos al público.
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Matías Milanese: Fuimos evolucionando. Nuestras obras nos interpelan con respecto al contexto que vamos viviendo. Llegamos a un público muy grande, que nos sigue y se siente representado con lo hacemos. Cuando era chico, el teatro era más hermético o no me hablaba directamente. Nosotros no recurrimos a historias rimbombantes o monumentales. Por ejemplo, en El mecanismo de Alaska, está la historia de nuestras madres. Mi mamá tiene un kiosco en su casa, y el prólogo de la obra va sobre ella.
Camila Marino Alfonsín: Para mí Los Pipis es una familia, un grupo de pertenencia, un grupo de amigues. Y es una compañía de teatro con una impronta, con una manija muy característica, de la que formo parte como actriz. A Fede y a Mati, los conocí en la UNA, y en plena pandemia Mati me invitó a formar parte de la obra Perritos de porcelana.
—¿Por qué plantean que “Pasión” forma parte de una trilogía, con obras anteriores: “El mecanismo de Alaska “y “La conquista de Alaska”?
F.L: Las tres son obras transversales a las otras actividades que hacemos: clases de actuación, clases de dramaturgia, residencias artísticas. Las tres recolectan formas de representar la escena. Revalorizamos el teatro como fábrica para probar ser otras formas y encontrarse con otros. De allí, llegamos a identidades disidentes y la búsqueda de representarlas. Otra característica de la trilogía es que comparte el equipo, como, por ejemplo, la música en vivo de Stevie Marinaro. A esta obra, se suman Matilde Campilongo y Luis Longhi, actores increíbles de otra generación.
M.M: Sí, ambos querían trabajar con nosotros, con muchas ganas de sumergirse en nuestra forma de hacer teatro. Es conmovedor ver cómo dos personas un poco más grandes que nosotros quieren extremar el cuerpo y darlo todo en pos de contar una historia.
—¿De qué manera aparece la pasión, lo trágico y lo argentino en esta obra?
M.M: Tomamos el miedo que nos genera este contexto, el mundo que se polariza cada vez más. El contexto impacta en los cuerpos, en los afectos y en situaciones de familia. Pasión es una historia sobre el mundo, los países, los gobiernos llevándose puesta a la gente, al exacerbar mal sus pasiones. Es una obra súper argentina, por la idiosincrasia de los personajes, la forma de vincularse, la coloquialidad y el lunfardo. Si bien no todos los personajes van a morir, como en una tragedia, sí hay una parte de cada uno que muere.
C.M.A: Yo creo que lo esencial en Pasión es la fuerza, la potencia. Tiene algo clásico, un poco shakespeariano, del sufrimiento, de los sentimientos más fuertes (amar, sufrir) llevados a un extremo. Hay un personaje de una madre, que se llama Argentina: al principio, está postrada sin poder levantarse de la silla, pero tiene esa potencia que también tiene el país, que la ayuda a levantarse.
F.L: Formalmente, esta obra se acerca más al teatro clásico; los personajes tienen grandes soliloquios y monólogos y declaman lo que les pasa. Hay una historia de amor trágica, de dos amigos que no pudieron desarrollar el vínculo que deseaban. También hay narración. Entonces, Pasión es una disputa escénica entre el teatro de representación (hegemónico) y la narración de una historia.
—¿Qué les significa estar en el CTBA?
C.M.A: Para mí, actuar en el Complejo Teatral de Buenos Aires es muy emocionante. Me hace llorar de felicidad. Actúo desde muy chica y siempre fue un sueño hacerlo en el teatro oficial. Soy de La Matanza; mi abuelo siempre me traía desde Luzuriaga, para ver obras al San Martín o al Cervantes. Estoy muy agradecida de poder estar ocupando este lugar.
M.M: Estar en un teatro como el San Martín es una responsabilidad enorme. Hay compañías que están años y años y no tienen este espacio. Podremos demostrar que los pibes de esta ciudad pueden construir cosas difíciles, hermosas y no hace falta esperar a que sean mayores para darles un lugar. Además hacer esta obra en el este teatro honra este momento histórico, en el que el odio es moneda corriente. Presentamos una obra cuyo afiche tiene a dos pibes en una posición extraña; uno de ellos está golpeado. Creo que está dialogando con el contexto.
F.L: Somos unas de las personas más jóvenes, con texto propio, en montar una obra en el San Martín. Es importante que en el teatro público se monten textos de argentinos. Es un privilegio, porque hay muy pocos espacios en Cultura y muchas personas con ganas de hacer y profesionalizar.
—¿Qué vínculo hay entre las temáticas de la compañía, el público que ha forjado y la comunidad Lgbtiq+NB?
F.L: La temática del colectivo Lgtbiq+NB no fue algo pensado desde un propio. Surgieron historias que no encontrábamos en otros lugares. Por el vínculo innegable entre los hacedores y las obras, algo me lleva a escribir historias de varones que están enamorados. Luego, tomamos al teatro como un elemento primario para construir nuestras vidas y apareció la necesidad de representarnos.
M.M: Nos importa muchísimo la aparición de lo queer en nuestras historias no necesariamente incluyendo personajes que pertenezcan a la comunidad Lgtbiq+NB, sino en las formas que usamos y cómo aparece la belleza, la magia, la imagen potente. Al comienzo de algunas obras, estamos nosotros dos bailando e invitamos a la gente a bailar. Tomando palabras de Guillermo Cacace, pienso en un teatro no patriarcal, uno que no implique a una persona parada en el medio del escenario para penetrar al espectador. En vez de eso, venimos a compartirte algo, una historia. Esto generó un público grande, con personas que quizás sí o quizás no están tan militando este tema.
C.M.A: Como parte de la comunidad Lgtbtiq+, creo que es fundamental hablar de lo que nos pasó y de lo que nos va a pasar. La de Los Pipis es una escena para que la vea tanto la gente de la comunidad y la que no. Lo político de Los Pipis está en los cuerpos, en las historias, en los textos, en la manera de pararse en escena. No le habla solamente a la comunidad; les habla a todos, todas y todes.