Entre tantos hechos notorios, el urnazo con el que Javier Milei vuela hacia la Presidencia causó otra consecuencia menos conocida pero con un enorme potencial político y simbólico: luego de una encarnizada guerrilla de resistencia primero para permancer y luego para volver a su silla en la Cámara Federal de Casación Penal, la exjueza Ana María Figueroa inició los trámites para jubilarse.
Clarín confirmó la noticia este viernes por la tarde, apenas horas después de que la exmagistrada pidiera en la Cámara el certificado de servicios prestados para poder presentarlo ante la ANSeS.
Es imposible no vincular esa decisión con el resultado electoral del domingo, porque el 1 de noviembre había presentado un vehemente escrito ante el Consejo de la Magistratura para reclamar que la devuelvan a su escritorio, del que había sido desalojada por una resolución unánime de la Corte el 6 de septiembre. En aquel momento el viento del escrutinio soplaba para el otro lado: Sergio Massa acababa de dar la sorpresa siendo el más votado en la primera vuelta electoral.
La novela de la doctora Figueroa había comenzado mucho antes, cuando en el verano empezó a retrasar su voto para decidir la reapertura o no del caso Hotesur-Los Sauces, en el que Cristina Kirchner y sus hijos son los principales acusados por corrupción a través del alquiler de hoteles y departamentos.
La camarista pisaba ese voto -el único que faltaba para que la Sala I de la Casación resolviera- mientras esperaba que el bloque K en el Senado empujara un nuevo pliego para ella, que el 9 de agosto cumplía los 75 años que la Constitución Nacional establece como edad máxima para los jueces, excepto que logren una nueva designación en la Cámara Alta.
Pero los meses fueron pasando y el kirchnerismo no conseguía el quórum para aprobar una nueva designación para la jueza, luego del más sencillo trámite de darle el OK en la Comisión de Acuerdos. Hubo dos intentos empujados por Cristina personalmente, ambos infructuosos.
Llegó el 9 de agosto y nada había cambiado. Un día antes, Figueroa reunió a sus colegas y les dijo que desde entonces no firmaría ninguna sentencia, pero permanecería en su despacho a la espera del nuevo acuerdo, que según ella se votaría en cualquier momento.
Esa anomalía jurídica viró en escándalo público cuando luego de tres semanas en aquel limbo, Clarín publicó que la magistrada había cobrado el sueldo completo de agosto, superior a los 3,7 millones de pesos en mano. Además de indecoroso ante la sociedad, ese pago era un mojón administrativo según el cual Figueroa seguía siendo jueza.
En las siguientes 72 horas se desató un alud: la Casación tuvo dos reuniones para hacerle entender a la magistrada que no podía seguir jugando al gato y el ratón, que los plazos estaban vencidos y debía jubilarse. Hubo peleas fuertes, pero ella no quiso dar el brazo a torcer.
El 6 de septiembre, mientras el segundo de esos plenarios se desarrollaba en el primer piso de Comodoro Py, la Corte emitió una sucinta resolución para terminar con la novela, que en este caso acabó mal: tanto ella como cualquier otro juez que el día de su cumpleaños 75 no tiene el decreto con su nueva designación publicado en el Boletín Oficial, está automáticamente jubilado.
Pero la saga no había terminado. Por ¿negligencia? de una senadora opositora, el 28 de septiembre Cristina logró aprobar el famoso pliego para su ángel protector en la justicia. Luego de algunos titubeos, Alberto Fernández firmó el decreto.
Figueroa no hizo nada durante unos días, mientras en el peronismo se preguntaban si el monumental desgaste político que habián sufrido para tirarle un tardío salvavidas no tendría una respuesta congruente por parte de la mano que necesitaba de ese rescate.
Pero entonces ocurrió el triunfo de Massa, y los astros parecían volver a alinearse en su favor. La exjueza recobró aliento y presentó en el Consejo de la Magistratura aquella impetuosa carta en la que reclamaba la devolución de su cargo y los sueldos caídos de septiembre y octubre. La jugada no tuvo respuesta, mientras se consumía el tiempo de descuento de la campaña presidencial. Y las urnas volvieron a abrirse este domingo. Sólo cuatro días después, la exmagistrada admitió su derrota, ahora sí definitiva.