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Ansiedad y papeles quemados en la casa de los espías, donde ya empezó la transición

Mientras se multiplican las reuniones para seleccionar a los funcionarios que llegarán al poder junto a Javier Milei y las operaciones para postular, bajar o quemar a los nombres que van sonando para alimentar ese elenco, un organismo público ya comenzó la transición con una vieja costumbre: hacer desaparecer documentos y pruebas comprometedoras para los funcionarios que se van. Es lo que está ocurriendo esta semana en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).

Aunque la semana pasada los cuantiosos militantes peronistas que reportan en la casa de los espías ya esperaban la derrota de Sergio Massa, las máquinas de picar papeles y el desfile de carpetas que salen por la puerta junto a dispositivos electrónicos de almacenamiento de información atiborraron las oficinas de la ex SIDE.

Tres fuentes del organismo confirmaron a Clarín que, en ese operativo «limpieza» hay particular esmero en destruir cualquier vinculación de los espías con su ex jefe y actual diputado K Rodolfo Tailhade, apuntado en la justicia por su supuesta relación con la red de inteligencia ilegal que espió, hackeó y persiguió a los jueces que investigaron a Cristina Kirchner por corrupción o revisarán los expedientes en los que está acusada.

La base de Contrainteligencia de la AFI en la calle Estados Unidos del barrio de Boedo, cuyo amo y señor fue durante décadas Jaime Stiuso, luego fue colonizada por Tailhade durante su breve paso por la agencia, y sigue bajo su mirada a través del actual jefe, Esteban Carella, cuadro de La Cámpora.

Tailhade, recordemos, es junto a Leopoldo Moreau el principal fogonero del esperpéntico proceso contra los cuatro ministros de la Corte que desde febrero se lleva a cabo en la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados.

El nuevo jefe de los espías, ¿un tapado?

La carrera de autopostulaciones mediáticas, zancadillas políticas y rumores envenenados exhibió su impudicia desde la misma tarde del domingo, cuando trascendieron los primeros datos de la rotunda victoria electoral de Milei. La brevedad de la transición -que obliga a diseñar el nuevo gabinete en pocos días- barrió con las delicadezas, y en todas las áreas prevalecen los codazos.

Esa ansiedad choca con una pared de hierro: el presidente electo es particularmente refractario y desconfiado de las negociaciones que no cuentan con su firma, pero en estos días también volanteó respecto de algunos planes y personas que había bendecido. Es el estilo Milei: las filtraciones son casi una puñalada para él.

Así como este jueves descolocó a propios y extraños deshaciendo uno de los pocos anuncios oficiales que había proferido -la designación de Carolina Píparo en la Anses- el presidente había delegado en su vice Victoria Villarruel el diseño de las áreas de Seguridad y Defensa, y la selección de los principales funcionarios para cada una. La AFI también estaba en ese paquete.

Villarruel mantuvo reuniones con el ex titular de la SIDE en el gobierno de Eduardo Duhalde, Miguel Angel Toma, quien había reunido un grupo de especialistas en inteligencia para preparar un plan de intervención inmediata. Entre ellos había gente que nunca trabajó con Toma, y que ni siquiera lo conocía.

Esos garabatos tuvieron el respaldo tácito del propio Milei, quien participó personalmente de al menos una de las reuniones.

Pero desde el domingo la comunicación entre ambos se cortó. Sin explicación alguna, los mensajes quedaron sin respuesta y las llamadas perdidas.

Una de las explicaciones posibles es un supuesto desplazamiento de Villarruel de aquellas áreas de gobierno que iba a coordinar. Según explica un colaborador de la mesa chica de Milei, en las oficinas del Hotel Libertador habría habido una fuerte discusión entre los integrantes de la fórmula libertaria, y la presidenta del Senado ya no mantendría aquellos feudos políticos.

Junto con el de Toma, también habría terminado en la alcantarilla el nombre del brigadier retirado Jorge Jesús Antelo, que orbitaba en las carpetas de la vicepresidenta.

Quien viene sumando poder día tras día es el nominado jefe de Gabinete, Nicolás Posse. De su mano, podría llegar a la AFI otro empleado de Aeropuertos Argentina 2000, de Eduardo Eurnekian: Sergio Tomaselli.

Internas, ajuste y ¿mudanza?

Tomaselli, ex técnico de sonido e iluminación de Telefé que trabajó con Marcelo Tinelli y terminó haciéndose amigo de él, sería la carta de Posse para ejecutar en la Agencia de Inteligencia otro proyecto, redactado hace unos meses por un abogado que ya tuvo un cargo importante en la AFI.

Ese plan, que Milei ya leyó, fue desempolvado en las últimas horas por Posse, y es por ahora la única hoja de ruta sobre el tema Inteligencia que hay en el búnker de La Libertad Avanza.

Además de un punteo de los principales desafíos que el espionaje oficial enfrenta para mejorar el nivel de la seguridad nacional y recuperar algo de la reputación perdida, el plan para la AFI también tiene su capítulo motosierra: se contempla reducir la Agencia a 500 personas, menguar sus fondos operativos -reservados o no- y, eventualmente, llevar su sede central de la calle 25 de Mayo 11 a un predio cercano a Tecnópolis.

Otra de las barajas que se mezclan en el mazo de Nicolás Posse es la de sacar a los espías del organigrama de Presidencia y dejarlos bajo su propia suela, en la Jefatura de Gabinete.

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